lunes, 16 de junio de 2014

La igualdad educativa


            
Todos en cierta medida estamos de acuerdo en la escuela tiene un papel clave para promover la equidad. Debido a que las personas excluidas del sistema educativo también lo son de la inserción social y laboral; en las últimas décadas se ha destacado que quienes no tienen una educación de calidad, no alcanzan la plena ciudadanía, al estar impedidos para ejercer sus derechos y la participación en los bienes sociales y culturales.

Farrel (1999) distingue cuatro facetas en su modelo de igualdad educativa que podemos generalizar a la diversidad de alumnos independientemente del origen de sus diferencias:
  • Igualdad de acceso: se refiere a las posibilidades que tiene un niño o niña, joven o adulto de diferentes grupos socioeconómicos de estar escolarizado en un determinado nivel.
  • Igualdad de supervivencia: es la posibilidad que tienen las personas pertenecientes a diferentes grupos sociales de encontrarse a un determinado nivel en el sistema escolar.
  • Igualdad de resultados: seria la probabilidad que tienen sujetos de diferentes grupos sociales escolarizados en un determinado nivel educativo de aprender lo mismo. Esto implica necesariamente hablar de una “valoración social” de los diferentes tipos y formas de aprendizaje, aunque éstas sean diferentes.
  • Igualdad de consecuencias: educativas se refiere a la probabilidad que tienen sujetos de diferentes grupos sociales de acceder a similares niveles de vida como consecuencia de sus resultados escolares.
La expresión “responder a la diversidad” se ha convertido en un tópico que parece  engloba los problemas cotidianos que afrontan profesores y profesoras en sus clases. 
Como sucede en muchas ocasiones en nuestra sociedad contemporánea, la utilización fácil e interesada de determinados conceptos convierte a éstos en palabras de moda, en meros eslóganes que se desvirtúan con un uso tan masivo. Para todos los que usan el término de diversidad éste no tiene el mismo significado, ni parte de los mismos supuestos ideológicos, ni presupone los mismos procesos de acción educativa.
No obstante, la cuestión es clara: no es posible enseñar el respeto y la fraternidad, si no se propician modos de actuación en la escuela que favorezcan la manifestación de estos valores. Es decir, un maestro que piense que la escuela debe ser una institución que exclusivamente forme a personas competentes en las áreas que se imparten, posiblemente dedicará poco tiempo y espacio a tratar temas de convivencia o de resolución de problemas personales. En cambio, otro maestro que crea que la escuela debe ser una institución que forme a personas tenderá a dedicar más tiempo a elegir, a tratar temas sociales, etc.
Pero ¿cómo podemos lograr una educación sensible a la diversidad de nuestro alumnado sin caer en la desigualdad? 
Para Booth (2006) los valores se asocian, en principio (pues reconoce que se traba de una lista en desarrollo constante) con cuestiones:
  • Equidad.
  • Participación: implica libertad y valoración de los logros de todas las personas en las escuelas; es estar con los otros y colaborar con ellos; supone una implicación activa y un compromiso en la toma de decisiones…
  • Comunidad: las escuelas y las comunidades adyacentes deben sostenerse mutuamente.
  • Respeto por la diversidad: se requiere el reconocimiento y la valoración de diferentes identidades de forma que se acepte a cada persona por quien es.
  • Honradez.
  • Derechos: a una educación exhaustiva, a los apoyos apropiados y a la asistencia a su escuela local.
  • Alegría.
  • Sostenibilidad: la inclusión se conecta con el objetivo fundamental de la educación que es preparar a los niños y jóvenes para seguir formas de vida dentro de comunidades y entornos sostenibles.



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